jueves, 22 de diciembre de 2011

Odisea

Cada vez que leo la historia que Homero nos cuenta sobre Odiseo, me lleva a nuevas ideas, o mejor dicho, a puntualizar algunas ideas. Hay que tener en cuenta que la historia se escribió en una época en la que había, por así decirlo, un sistema establecido y, en consecuencia, el relato se viste bajo ese manto. Sus contenidos son intemporales y, también se puede decir, eternos.

Cuando llegan los melenudos aqueos a la mansión de Circe me pareció que esta era la mansión de la política. A todos se les da la poción que los convierte en cerdos, sin perder su conciencia, pero cerdos corruptos. No pueden dejar de ser cerdos, por mucho que quieran. Solamente el héroe, quien toma una pócima que Hermes le entrega, quien puede resistirse a ser cerdo, a pesar que se mueve a sus anchas en la mansión de Circe; inclusive se sube a su lecho para gozarse con ella, impartiendo fuerza y belleza. Si lo vemos simple, los cerdos son los políticos, Circe el poder y quien lo detenta; solo asistidos por los dioses se puede vivir en ese mundo sin contaminarse.

Por razones que no vienen al caso, me sorprendió lo que dice Odiseo al estar, ensangrentado y cansado, sobre los cadáveres de los pretendientes: no se alegren por lo que ven, ya son cadáveres y merecían la muerte, hay que respetar su destino (no es literal). Se me vino la imagen no solo de políticos que se alegran, y lo expresan públicamente, de la muerte de sus enemigos. Muchos otros personajes se me vinieron a la mente. Odiseo no era un psicópata, pero hizo lo que tenia que hacer, según el relato de Homero.

En su viaje, los aqueos también realizan pillajes. Indefectiblemente se dan cuenta de sus actos, puesto que Odiseo les previene que se alejen de las costas de los pueblos a los que han robado. Pero, en el relato, el héroe continua siendo Odiseo. El espíritu del hombre se desnuda en todo el relato, al menos el que guia a la mayoría de la humanidad.