Si. Lo más fácil es mentirse a sí mismo. Así lo hago con frecuencia. Trabajo desde la Masonería en la debastación de la piedra bruta y me doy cuenta que no logra tomar forma. Todavía el trabajo está inconcluso, pese a los años en que he trabajado.
Hace 17 años me enamoré perdidamente de una mujer muy bella. Hace menos de un mes la volví a ver. 17 años pasé nombrando su nombre todos los días, a sabiendas que no podía ni acercarme para decirle un hola. Pero en esta ocasión me sentí transportado de nuevo a los 17 años atrás. Si en aquella ocasión, la última vez que hablé con ella, vi su alma; en esta ocasión volví a ver de nuevo su alma. Y puedo decir que reconocí mi alma gemela en ella. Pero tuve que alejarme nuevamente, pues ni ella ni yo vivimos en la misma ciudad, digo, en el mismo país. Y, a estas alturas de mi vida, dejaría todo para llegar donde ella y empezar mi vida sin nada, con la idea de acompañarla por siempre.
Y lo digo así, abiertamente, porque en esto no me puedo dejar de mentirme. Me he mentido antes, deseando que su recuerdo se me olvidara. Pero no, todos los días, desde que me vine de su país hace 17 años, he repetido su nombre cada vez que me encontraba solo. Y aún lo sigo haciendo. Me he mentido que ella no me hace falta. Sin embargo, oigo canciones y su figura se me aparece en las palabras que los cantantes expresan. Y el sentimiento que me surge me hace derramar lágrimas.
Fácil decir que me llama el sexo. Y si, me llama, no lo puedo negar. Pero prefiero llamarlo amor, pues quisiera estar con ella cuidándola, pendiente de sus deseos, abrazando su alma más que su cuerpo. Pero difícil es que las cosas se materialicen, al menos en estos momento. Yo iré nuevamente a verla. Y tomaré una decisión. Pero no puedo decir que hay correspondencia. Ojalá y si la haya.