La delincuencia se ha vuelto una pesadilla para todos nosotros. ¿Cómo pararla? ¿Cómo prevenirla o detenerla? ¿Cómo evitar que los jóvenes se vuelvan pandilleros? ¿Cómo parar la ola de crímenes?
Ayer secuestraron a tres educadores de una zona rural, cercana al pueblo de San Pablo Tacachico, La Libertad. Hoy en la mañana aparecieron sus cadáveres en lo interno de un cañaveral. La indignación de la gente fue evidente. El dolor de los familiares y conocidos de los profesores asesinados era evidente en la población. Y la indignación de todos los que vivimos en este país aumentó aún mas. Pero, ¿quedarán impunes sus asesinos? ¿Habrá justicia para los criminales? Eso no lo sabemos y tenemos nuestras dudas. Hoy se habla de un contubernio entre policías y criminales. Se habla mucho sobre ello, pero no hay señales de que este problema se resuelva.
Los criminales se han adueñado de la sociedad. Pedimos justicia, pero, ¿a quién? No hay nadie que resuelva el problema salvadoreño de la criminalidad. Se ha soltado a la tropa a vigilar las calles, pero el problema no radica, si se quiere resolver, en vigilar más y más. No hay suficientes ojos para quien quiere hacer el daño. Tampoco con poner penas más grandes y graves a los delincuentes. Si no se juzga a la mayoría, no tiene sentido imponer penas que a nadie asustan.
Lo importante es entender que el problema es social. Que es la misma sociedad quien debe resolverla, mediante una actividad colectiva, organizada. Pero aún hay miedo de entender siquiera que solo organizados podemos enfrentar cualquier desgracia, proveniente de cualquier fuente, natural o artificial.
Aquí me gustaría soltarme contra los políticos, pero es suficiente lo que se dice de ellos en todos los medios. No vale la pena.
Los criminales se han adueñado de la sociedad. Pedimos justicia, pero, ¿a quién? No hay nadie que resuelva el problema salvadoreño de la criminalidad. Se ha soltado a la tropa a vigilar las calles, pero el problema no radica, si se quiere resolver, en vigilar más y más. No hay suficientes ojos para quien quiere hacer el daño. Tampoco con poner penas más grandes y graves a los delincuentes. Si no se juzga a la mayoría, no tiene sentido imponer penas que a nadie asustan.
Lo importante es entender que el problema es social. Que es la misma sociedad quien debe resolverla, mediante una actividad colectiva, organizada. Pero aún hay miedo de entender siquiera que solo organizados podemos enfrentar cualquier desgracia, proveniente de cualquier fuente, natural o artificial.
Aquí me gustaría soltarme contra los políticos, pero es suficiente lo que se dice de ellos en todos los medios. No vale la pena.