Mascaró, el Cazador Americano, de Haroldo Conti, habla del poder del arte. Por eso, el circo ambulante, era perseguido, como lo fue Conti, al final asesinado por la dictadura. Es que, como los símbolos, signos y alegorías, el habla del arte es mucho más complejo y completo que las simples palabras.
Hace unos treinta años me hice amigo de un técnico italiano, que no vino al país por voluntad propia, sino por el contrato que tenía la empresa en donde trabajaba. Tenía que visitar diversas plantas industriales en todo el mundo, plantas diseñadas por esta empresa. Con el complejo del que se burla (digo yo) Roque Dalton, creía que El Salvador era el país mejor del mundo, después de los Estados Unidos (como el himno nacional). Este amigo, Federico, me dijo, en confianza: "El Salvador es un país bonito, tiene buen clima, tropical, hay vegetación abundante; pero es el último país en el que pensaría vivir." Me sorprendió en un primer momento, pero, me explicó: "Aquí no se celebra el arte. Y yo estoy acostumbrado a vivir con el arte".
Y cuando oigo la música que se transmite en la radio, no me sorprende que acá, en nuestro país, no se promuerve el arte.
Tampoco soy ingenuo. No se promueve el arte por diversos motivos. No solo es por obvias razones comerciales, sino por las razones por las que el circo de Mascaró fue perseguido.
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