sábado, 19 de junio de 2010

Fariseismo

Hoy en día las corrientes religiosas están tan de moda como lo han estado desde que el hombre es hombre. Unos adoran a través de ritos y ceremonias pomposas y, otros, a través de ritos y ceremonias mas emocionales y, por decir algo, mas rítmicas. Pero el hecho de que lo que estas promueven es una religión sin fundamento, visto desde un punto de vista objetivo. Por ello creo que la frase aquella que dice: “El fariseísmo no es la corrupción del hombre bueno, mas bien es una condición esencial del hombre bueno”, es cierta.

jueves, 3 de junio de 2010

Yo me uno

Yo me uno a las miles de voces que condenan y protestan en contra de las locuras del sionismo. Me duele la muerte de pacifistas, solidarios con el prójimo perseguido en su propia tierra.

Nadie con conciencia puede ver impávido la premeditación y alevosía con la que se asesina a personas indefensas, armadas nada más que con su conciencia de ser humano; nadie puede sentirse frío y alejado al ver a los asesinos culpar a sus víctimas. Indigna leer noticias, o la falta de ellas, en los grandes medios de propaganda. Nadie, en su sano juicio, puede voltear la cara e indignarse por el comportamiento demencial del estado de Israel, al atacar a los pasajeros del Mavi Marmara. Nadie puede aceptar las declaraciones de que tienen derecho a defenderse. Nadie los atacaba. Fueron comandos altamente especializados en matar y aniquilar civiles, hombres y mujeres, ancianos y ancianas, y también niños, todos ellos sin más armas que su dignidad. ¡Esto no puede ser!

Yo me uno al dolor del pueblo palestino y a su lucha por reclamar sus tierras usurpadas, su libertad y, sobre todo, su honor y dignidad humana. También lo hacen mis ancestros a la par mía, por el recuerdo de más de 300 millones de hermanos que perecieron en el holocausto que significó la conquista y la colonia del imperio español en nuestras tierras. No hay odio en nuestros corazones; pero esto no puede seguir así. ¡Basta!

Hay que llamar por su nombre al asesino. Hay que llamar por su nombre al terrorista. Hay que llamar loco a los locos. Al genocida, genocida.

Yo me uno a los que soñamos un mundo mejor para todos, sin exclusión, aún para los que hoy por hoy se empeñan en asesinar a los inocentes.

martes, 1 de junio de 2010

El traguito


La tormenta Agatha arrasó con muchas planicies. Desde Guatemala, recorriendo una esquina del rectángulo hondureño, el Río Lempa se creció con los afluentes de muchos riachuelos que recogieron el agua de la tormenta.

En Atiocoyo inundó muchos cultivos. Ahogó muchas vacas y terneros. Pero la gente fue advertida por los organismos de socorro y, con la experiencia de tormentas y huracanes pasados, tomaron las precauciones respectivas. No hubo desgracias que lamentar en la zona, en pérdidas humanas.

Pero a don Fabio la tormenta lo agarró desprevenido. La crecida del río fue demasiado rápida para su paso de anciano campesino. Se subió a un Tihuilote frondoso que había en su campo y se quedó durante lo que fue un día sábado interminable. La noche llegó, pero no podía bajar del árbol. El Lempa pasaba con fuerza bajo sus pies. Vio muchas vacas ahogadas que pasaron raudas hacia abajo. También vio refrigeradoras, cocinas y muchas botellas de plástico de todas las marcas de bebidas gaseosas.

En la mañana del domingo oyó un helicóptero que merodeaba en la zona. "Me buscan", pensó. Y con su machete que nunca dejaba, empezó a cortar las ramas que lo protegieron de la lluvia. El río todavía seguía crecido.

Luego de minutos que le parecieron horas, o de horas que le parecieron días, el helicóptero lo encontró. Efectivamente, lo buscaban porque sus hijos sabían que por algún lugar se había protegido. Era un viejo zorro. Ellos lo sabían.

Bajaron a un rescatista, que lo subió al helicóptero y lo bajó en la cancha de Atiocoyo, en donde se había instalado los médicos que había enviado el gobierno. Se le acercaron muchos paramédicos, no supo cuantos eran. Uno lo agarró de los pies, el otro de los hombros y otros le proporcionaron una manta para darle calor. Lo acostaron en una litera, bajo una carpa protegida y se le acercaron con botellas y jeringas.

- "¿Qué me están haciendo?" suplicó más que preguntó don Fabio.

- "Le vamos a poner suero, porque se ha deshidratado" - le contestaron.

-"No"- replicó el anciano. "Mejor me dan un traguito. No he probado nada desde el día de ayer", gimió desesperado.

La risa de los médicos, paramédicos y enfermeras fue general e instantánea. Pero no fueron caritativos. Le colocaron el suero en sus venas y, terminada la dosis, lo enviaron a su casa. Lando lo llevó en su carro. Antes, pasaron a la cantina, por el trago.