Nadie con conciencia puede ver impávido la premeditación y alevosía con la que se asesina a personas indefensas, armadas nada más que con su conciencia de ser humano; nadie puede sentirse frío y alejado al ver a los asesinos culpar a sus víctimas. Indigna leer noticias, o la falta de ellas, en los grandes medios de propaganda. Nadie, en su sano juicio, puede voltear la cara e indignarse por el comportamiento demencial del estado de Israel, al atacar a los pasajeros del Mavi Marmara. Nadie puede aceptar las declaraciones de que tienen derecho a defenderse. Nadie los atacaba. Fueron comandos altamente especializados en matar y aniquilar civiles, hombres y mujeres, ancianos y ancianas, y también niños, todos ellos sin más armas que su dignidad. ¡Esto no puede ser!
Yo me uno al dolor del pueblo palestino y a su lucha por reclamar sus tierras usurpadas, su libertad y, sobre todo, su honor y dignidad humana. También lo hacen mis ancestros a la par mía, por el recuerdo de más de 300 millones de hermanos que perecieron en el holocausto que significó la conquista y la colonia del imperio español en nuestras tierras. No hay odio en nuestros corazones; pero esto no puede seguir así. ¡Basta!
Hay que llamar por su nombre al asesino. Hay que llamar por su nombre al terrorista. Hay que llamar loco a los locos. Al genocida, genocida.
Yo me uno a los que soñamos un mundo mejor para todos, sin exclusión, aún para los que hoy por hoy se empeñan en asesinar a los inocentes.