domingo, 4 de julio de 2010

Sobre la Violencia

La muerte reciente, de más de 15 personas, en forma violentamente estúpida, ha conmovido a la sociedad salvadoreña. Las reacciones han sido muy variadas, todas indignadas, y con diferentes propuestas sobre la solución que debe encontrarse al problema.

Es chocante, sin embargo, que las reacciones de la mayoría de la gente sean simples reflejos a la propaganda a la que han estado sometidos durante muchos años, más de veinte años para ser específicos. Unos reaccionan de que se debe aplicar la pena de muerte. Ojo por ojo. Otros dicen que deben aplicarse leyes más duras y con penas que van hasta la cadena perpletua. Y otros, dicen que hay que establecer la obligación de leer la biblia en las escuelas. Me parece que el amiguito, cuya foto se encuentra a la izquierda, puede encontrar mejores soluciones a la violencia que las que se proponen.

Por un lado, las pandillas han crecido de tal forma que nos están ahogando irremediablemente. Es difícil detenerlas sin aplicar medidas fuertes y drásticas. Hay que reprimirlas sin dudar un momento. Hay que detenerlas. Por un lado, debe aplicarse la normativa de "cero armas". No permitir que nadie camine armado. No es posible que los delincuentes anden armados y, al contrario de lo que dicen los medios de comunicación escritos retrógrados, que la gente común no vaya armada y obligarla a comprar armas. Los inocentes nunca van armados. Nadie, con un mínimo de lógica, piensa que puede estar más seguro al caminar armado. Solo si camino en vehículo y tengo mi vivienda en zonas seguras.

Hace algún tiempo leí, valga como ejemplo, que la ciudad de New York, en Estados Unidos, estaba considerada como una de las 10 ciudades más peligrosas de ese país. El alcalde contrató a un Comisionado de Policía que, en tiempo relativamente breve, bajó el nivel de delincuencia en la ciudad, a tal grado que fue sacada de la lista de las ciudades más peligrosas de Estados Unidos. La revista continuaba diciendo que lo primero que hizo el Comisionado fue "poner a trabajar" a la Policía. Los obligó a hacer todos los turnos en la misma forma que el turno del día los hacía: patrullaban a pie y en vehículo, detenían sospechosos, vigilaban sitios, etc. Obligó a que las pandillas no anduvieran con armas, decomisándolas, llevándose presos a los jóvenes, en fin, hostigando de tal forma que obligaba a que los pandilleros se cuidaran de no portar armas. Todo ello bajó los índices de delincuencia en la ciudad.

Algo así tendría que hacerse con nuestra policía, obligarla a trabajar bajo otra perspectiva o táctica. Pero, con todo esto, la violencia no se parará, de eso estamos seguros.

En ciertos espacios radiales se oyen algunos hablar de que violencia es causada por la pobreza, por la miseria que es producto de las injusticias que se dan debido a la brecha injusta entre ricos y pobres. No estoy de acuerdo con ello. Ser pobre no es sinónimo de ser delincuente. Es más, muchos de los actos delincuenciales son hechos son hechos por personas que no necesitan delinquir para sobrevivir. La corrupción ha causado más daño a través de los años, porque también incluye actos vandálicos cuyo origen llega a dicha corrupción.

También se oye que la culpa es por los "benditos Derechos Humanos". No es así. Al delincuente se le combate sin que se plantee si estos derechos son conculcados o no. De hecho, ha sido la propaganda de los medios de comunicación retrógrados (de las cavernas, diría más bien), la que induce a la gente a decir que son estos derechos y, sobre todo, quienes los propugnan, los culpables de que no pueda combatirse la violencia.

El problema no se puede resolver inmediatamente ni con soluciones mágicas. Pero se nos olvida algo, se nos olvida que la ignorancia es la base de la violencia, de toda violencia caótica, como la que tenemos que soportar. Combatiendo la delincuencia nos aseguraríamos de que los problemas se podrían resolver, poco a poco, pero en forma segura.

El tema da para más, pero en otra ocasión seguiremos.


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