No estoy tratando de hacer una apología de la libertad de expresión, sino de pensar sobre el uso de las palabras. De aquellas que decimos día a día, con las personas con las que nos relacionamos. Algunas veces tratamos de decir algo y nos entienden otra cosa. Otras veces, intentamos decir algo y decimos algo distinto de lo que pretendíamos decir, y, por supuesto, nos entienden otra cosa distinta. Es más, nos entienden lo que suponen oyeron.
Este problema es parte de la comunicación que se da entre los seres humanos. De por si es difícil entendernos. Uno oye, por ejemplo, locutores en la radio nacional, que hablan por que tienen la facultad de emitir sonidos con sus cuerdas vocales. Y no me burlo. Por ejemplo, alguien hablaba sobre música y decía que la “instrumentalización” de una balada era muy buena. Aparte del hecho de que era notoria su carencia de conocimientos musicales, quería indicar que la instrumentación de la balada era bastante buena. Pero, ya dije, ¿qué se puede esperar de nuestros periodistas en general y de nuestros locutores (o DJs) en particular?
E igualmente, de la prensa internacional. Una vez salió publicado el libro The Grand Design de Hawkings y Mlodinow, la prensa publicó a todo pulmón que el físico Hawings decía que no había Dios. Sin embargo, lejos de ello, los autores del libro no indicaban, para nada, sobre el tema de Dios. Su libro no era sobre teología, ni sobre una demostración de la existencia o no existencia de un Dios creador. Simplemente decían que podían explicar la creación del Universo mediante las leyes de la física, la ley de gravedad, entre otras. Ahora el pobre físico, luchando con el problema que le acompaña, tiene que luchar en contra de los fanáticos religiosos que lo denigran.
miércoles, 27 de octubre de 2010
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