Hoy, como nunca antes, existe una serie de definiciones hasta el infinito. Para todo los aspectos de la vida misma. Antes, me sentía triste. Hoy, padezco de un trastorno bipolar. Antes, tenia miedo. Hoy, tengo fobias. En fin, yo soy de la vieja escuela y me siento triste.
Tal vez porque las cosas no salen como uno ha querido. O porque, al ver la foto de una amiga lejana, en el tiempo y en el espacio, me hacen sentir que perdí el rumbo hace mucho tiempo. O bien, increíble, porque creo que me alcanza el pecado de soberbia y creo en la urgencia de recuperar la realidad, pararme en los dos pies que tengo.
Pero, ni modo, hay que seguir, como dice un proverbio budista: El mismo lapso de tiempo pasa ya sea estemos tristes o estemos alegres.
Reductio ad adsurdum
No conozco la ley sobre el cigarro. Reconozco que no fumo y que considero que ese vicio es un vicio pendejo, como todos (menos los que yo tengo y no menciono). Pero creo que los argumentos, al menos los que se mencionan en los medios de manipulación, son argumentos pobres. Uno de ellos, al menos, es algo que no lo entiendo. Se trata de proteger a la población del mal que acarrea el vicio: cancer, enfisema pulmonar, mal aliento, y otros males, mayores y menores. Pero, si de esto se trata, hay que prohibir los vehículos; hay que prohibir las hamburguesas, las papas fritas, las pizzas y toda la comida y bebida chatarra. Inclusive las pupusas. Son estos los que mas causan la muerte de las personas en el país: por accidentes, por hipertensión, por obesidad, por diabetes, por paros cardiacos, por altos niveles de colesterol y trigliceridos. El cigarro mata, como también matan otros productos. Hay que prohirbirlos.
viernes, 29 de julio de 2011
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