Ingersoll dice que heredamos nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestra forma de ver el mundo. Somos patriotas porque nos identificamos con el suelo político de nuestros padres; pero, visto desde el quinto planeta de la galaxia más cercana a la Vía Láctea resulta ser ilógico gritar por un patriotismo que no tiene nada que ver con lo que somos en esta única madre tierra, con todo y lo contaminada que se encuentra. No nos damos cuenta que todos somos hermanos y todos tenemos la responsabilidad de comportarnos para protegernos unos a otros.
Sin embargo, coincido con uno de los versos de Roque Dalton, en especial cuando nos llama "Guanacos Hijos de Puta". Es que no puedo dejar de estar de acuerdo cuando observo lo estúpida que resulta la forma de comportarse de todos los salvadoreños.
Si no, que me nieguen si no resulta sorprendente la cantidad de teléfonos celulares en el país. Y se pueden dar más ejemplos que el que se observa cuando vemos gente llevando sus datos personales a cualquier fábrica. En muchos casos tienen varios meses de no trabajar, pero dentro de sus datos se encuentra un número celular que, por lo general, lo llevan en sus bolsillos y con prepago cancelado. Por si las dudas. La tecnología ha servido para explotar el pobre (el índice de desempleo ronda niveles muy altos, lejos del 14%).
Lo triste del caso es que a nuestros males le echamos la culpa al gobierno. La derecha se aprovecha para condenar el gobierno de Funes y todos los males se le achacan a este presidente. La semana pasada mataron a una jovencita estudiante universitaria y, por supuesto, es culpa del gobierno por no detener esta racha de crímenes. La basura y todo lo que contamina nuestra pobre tierra es culpa del gobierno, pues no hace nada con nuestra basura, con los miles y miles de bolsas de productos que compramos y que desechamos al hacer uso del producto.
Es triste, pero muchas de las desgracias, no todas, son producto de nuestro propio comportamiento. Si fuesemos patriotas, amáramos nuestro territorio y amáramos nuestro continente, nuestros prójimos. Y nadie sería extranjero en nuestra tierra, sin llegar a comportarnos como malinchistas.
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