De vez en cuando, en cualquier
centro comercial del país, vemos a personas, jóvenes y adultas, caminando
confiadamente entre la gente. Algunos usan gorra, usualmente con la visera
hacia atrás, la mayoría usa camisa sport, o camisa colorida, con alguna leyenda en inglés o con el nombre
de alguna ciudad de Estados Unidos. Pantalón corto, holgado, muy holgado,
calcetas, subidas hasta la rodilla y zapatillas de hule. Casi siempre acertamos
cuando decimos que son emigrantes que vienen en sus vacaciones al país que los
vio nacer.
Uno se viste como le da la gana,
y con eso debería bastar. Pero no por ello podemos dejar de notar nuestras
pérdidas de identidad a medida que emigra nuestra población hacia el norte,
hacia un espejismo que no tiene nada de sueño. Al menos que entendamos que los
sueños, sueños son, como dijo el poeta español.
El vestido denota cultura. El
detalle, inclusión o alienación. Y, en el caso de los emigrantes que regresan a
vacacionar a su patria, la alienación se muestra en el alejamiento que muestran
hacia su pueblo.
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