sábado, 4 de junio de 2016

Efecto Mariposa

Tenía 72 años y era millonario. Pero toda su vida fue obsesiva. Dinero, quería todo el dinero posible. Y lo consiguió. Se casó a los 30 años de edad con la secretaria de su segunda empresa. Tuvo hijos, pero no los conoció como padre, pues su obsesión era, ya lo dijimos, el dinero. Trabajaba todo el día, más de doce horas al día. 

Pasaron los años y sus dos hijos crecieron, pero nunca hicieron nada en serio. Su padre les daba todo, menos tiempo. Fueron a estudiar al extranjero, pero regresaron sin ningún documento académico. Despilfarraron tiempo y diner. Su madre, en ese tiempo, murió. Nunca la sintió cercana y, a su muerte, casi fue como una noticia de un fuerte terremoto a miles de distancia, sintiendo por las victimas, pero sin hacerlas personales.

Llegó otra nueva secretaria a su oficina. Desde que su esposa dejó su puesto como secretaria para convertirse en madre de sus hijos, solo había contratado mujeres arriba de los cuarenta años, con experiencia pero de una edad que nunca le llamó la atención. Esta secretaria tenía 21 años. No tenía buena ortografía y era muy desordenada. Pero tenía buena figura. Se enamoró de ella cuando pasaron menos de cinco días. Un mes después se casó con ella.

Sus hijos protestaron y se enojaron con él. Volvió a hacer su testamento. Todo se lo dejó a Priscila su joven nueva esposa. Un mes después, casualidad, murió de un infarto. Priscila era la nueva millonaria de la ciudad. Sus hijos comenzaron a vender propiedades, aún antes de leerse el testamento. Vendieron las acciones de una de las empresas más lucrativas cuando ya habían leído el testamento. Priscila contra atacó. Metió preso a los hijos un par de meses y recuperó lo poco que pudo recuperar. Aún así, continuó siendo millonaria.

Acostumbrados a vivir de lo que les daba en abundancia su papá, sin estudios ni otra posibilidad de obtener el capital necesario para vivir sin trabajar, se dedicaron a negociar con lo más fácil, drogas. Con el poco dinero que recogieron de las primeras ventas formaron una pequeña compañía para lavar el dinero obtenido con la venta de las drogas.

Sentados en su oficina, en una de las calles más céntricas de la ciudad, vieron como entraron cuatro hombres armados. Apuntaron sus pistolas hacia la secretaria y el ordenaza que se encontraban juntos y les dispararon. "Queremos el dinero que nos robaste" le dijeron al hermano mayor, que se hallaba sentado en el escritorio principal de la oficina. Apuntaron las pistolas hacia sus dos hermanos y los mataron. Luego, se dirigieron a su escritorio, lo empujaron para contraminarlo contra la pared. "El dinero", exigieron. No hubo respuesta. Solo se oyó la explosión de una bala que le cortó la vida al hermano mayor. Murieron ocho personas, pues al salir de la oficina encontraron a un policía que se acercó al oir las explosiones de las balas que mataron a la secretaria y al ordenanza..

Los hechos se publicaron en los periodicos. La opinión pública culpó a las pandillas; pero la orden vino de un empresario poderoso de esta época.

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