Hay elecciones en las proximidades. Esta vez son de Alcaldes y Diputados. Y muchos están enfocados en esta actividad. De mi parte he decidido no oír a nadie, a ningún candidato, a ningún partido. Lo hago en forma intensionada y consciente. Pero no caigo en el error de creer que la política y los políticos son corruptos. Eso ha sido así desde el inicio de la civilización. Los que hoy por hoy mencionan la decepción que sienten por la corrupción solamente están siguiendo la corriente de aquellos que quieren manipular la opinión pública para sus propios fines.
Creo que la mejor opción es oirlos, a pesar del hecho que yo no los oigo. Pero es sencillo oirlos y ver entre los candidatos o de los partidos, quienes nos convienen.
En primer lugar, hay que saber que la vida moderna nos puede confundir. Se nos habla de progreso y se nos hace ver que el progreso son edificios nuevos, carreteras nuevas, de aumentar la seguridad ciudadana, de dar nuevas leyes para el primer trabajo, construir ciudades de jóvenes o de mujeres. Todo bonito; pero es como oir llover. No hay nada en concreto. Pero, lejos de eso, también se puede leer lo que proponen, que no es vida, todo lo contrario.
Es que si algo no tiene como propósito generar vida, facilitar la interrelación como pueblo, su propósito final es la muerte, como uno quisiera entenderla.
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