jueves, 20 de agosto de 2009

Formas de hablar

Recuerdo haber leído una anécdota respecto a la frialdad de algunos músicos europeos. No recuerdo los nombres de los involucrados en dicho pasaje, pero si recuerdo que se decía que en el ensayo de un concierto el director habló con el trompetista; quería que su interpretación fuera con más brillo, con más entusiasmo, con más sentimiento. El trompetista, después de oir al director, le preguntó: ¿Quiere que toque más fuerte?. Después de pensarlo por un momento, el director de la orquesta tuvo que asentir y decir que si, que eso era lo que quería.

Digo esto porque muchas veces se le da muchas vueltas a las cosas para tratar de motivar o para tratar de inducir a otras formas de comportamiento o de buscar otros tipos de respuestas en las personas. Sobre todo con relación a las motivaciones en las empresas comerciales. Pero la motivación, como me decía un profesional de la motivación, solamente dura lo que dura el esfuerzo por entusiasmar a las personas. Luego, la motivación decae.

Esto lo recordaba cuando vi lo que hizo Usain Bolt en este último campeonato de atletismo que está por terminar en Berlín. En primer lugar, me impresionó la actitud de Tyson Gay, el atleta más veloz de todos los tiempos en los Estados Unidos. Llegó a Berlín muy determinado a ganar y así lo dijo a la prensa: no había llegado por una medalla de plata ni mucho menos por la de bronce. Si ese fuera el caso, mejor se hubiera quedado en su casa. Y ver a Gay concentrado en la pista, sin hacer caso de nada, salvo en su condición de atleta y de competidor, no se podía dudar de su determinación.

En El Salvador de habla mucho de la garra cuscatleca, sobre todo cuando se habla del futbol. Siempre se hacen campañas muy grandes relativas a dar esperanzas a la población de que nuestro fútbol brillará en cada camponeato mundial al que nos vamos. La garra no es otra cosa que motivación, solo que en el caso nuestro, solo de habla de garra. En el caso de Gay, la motivación con que llegó a Berlín era la motivación que todos quisieramos tener. Se había preparado mucho para la competencia. Es el atleta más veloz de todos los tiempos de los Estados Unidos. De eso no había duda.

Luego, se presentó Usain Bolt, el jamaiquino que todo el mundo ya conocía y que se esperaba que diera muchas sorpresas. Pero al ver su estilo muy extrovertido, un tanto extravagante, simpático, yo hubiera esperado que hubiera hecho un buen papel, pero que, la determinación (o la garra) de Gay hubiera triunfado. Al fin y al cabo los dos eran los mejores del mundo. Salvo que uno de ellos estaba "más determinado" que el otro. Al menos así lo aparentaban sus actitudes.

La sorpresa que me llevé es ver la desenvoltura con la que Bolt corrió y ganó. Era un poema japonés, de esos poemas que dicen todo en pocas palabras, un "haiku" del atletismo. Bellísimo.

El problema de Gay es que lo tenía todo para ganar: la fuerza física, el entrenamiento apropiado y la determinación para ganar. Pero corrió al lado de este fenómeno del atletismo, con un físico mucho más adaptado para la carrera (así me lo parece), con el entrenamiento apropiado y con una determinación igualmente clara de ganar. ¿Cuál fue la diferencia? No nos hagamos bolas, como se dice. No se trata de mayor o menor actitud, de mayor o menor garra. Simplemente, corrió más veloz porque tenía todas las condiciones para hacerlo. El nivel, es lógico, es el nivel que requieren dichas competencias.

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