En el libro "Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1844)" de Carlos Marx se encuentra la famosa frase: "la religión es el opio del pueblo". Y, como se supone, esta frase se utiliza como arma ya sea por los derechistas como por los izquierdistas. Roberto Rosellini interpretaba la frase en el contexto de la época en la que Carlos Marx la escribió. El opio era utilizado como sedante para los peores dolores y, como se dice antes de leer la frase, "La inquietud religiosa es al mismo tiempo la expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la queja de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo."
Si leemos con mucha atención el párrafo encontraremos que el contexto no ha cambiado mucho. Con la excepción que la tecnología ha incrementado la capacidad para desbastar los espíritus de multitudes. Si no, veamos los movimientos de indignados, OWS y otros grupos sociales que demandan un puesto entre la opulencia en la que viven pocos en el mundo.
Pero también las interpretaciones intencionadas de aquellos que consideran que Marx tomó partido frente a la religion, en su contra, tienen su sentido. En especial cuando el contexto en el que se mueven las religiones hoy en día es de manipulación social por parte de aquellos que quieren que el status quo no cambie para nada.
No voy a ser el primero en defender la tesis de Marx, pero también quiero mencionar el hecho de que, siendo ateo, no se encuentra en sus escritos nada a favor del ateísmo militante, o en contra de la idea de la existencia de un Dios. La visión de los religiosos es maniquea, o todo negro o todo blanco, no hay matices ni colores en ese horizonte. Y, a raíz de la famosa frase, el marxismo se convirtió en enemigo de los fanáticos religiosos.
Con todos los problemas que se tienen en el país, específicamente, la desesperación ha servido de abono para el crecimiento de las iglesias de todo tipo y cuño. Hace unas décadas la influencia de la Iglesia Católica. Ahora ha decaido. No solo por los escándalos de los curas pederastas, sino por su abandono de la tradición que había mantenido por siglos y siglos. La teología de la liberación puso su grano de arena, no en si misma, sino porque fue atacada por organismos laicos del norte, que vieron un peligro a su hegemonía en las sociedades latinoamericanas. No solo había que combatir las tesis teológicas de dicha corrientes, sino introducir un sucedáneo, sin compromiso, a aquellos que necesitaban la religión para mitigar el dolor que significa vivir en una sociedad injusta.
Es común oir, hoy en día, discusiones sobre la religión en cualquier parte que se vaya. Hay discusiones sin límite sobre la adoración o veneración a la Virgen María o a los Santos. Se discute sobre la misa. Incluso se menciona al Papa como servidor del demonio. Al final, la comedia sigue y los problemas continúan sin resolver y los dueños del destino de nuestros países gozan con este carnaval de pasiones.
Sin importar lo que se crea, la fe que se profese o no se profese ninguna, no se debe olvidar el hecho de que solo el esfuerzo de todos hará que nuestros países sean libres de toda dominación. Y esto da para otras reflexiones.
Pero también las interpretaciones intencionadas de aquellos que consideran que Marx tomó partido frente a la religion, en su contra, tienen su sentido. En especial cuando el contexto en el que se mueven las religiones hoy en día es de manipulación social por parte de aquellos que quieren que el status quo no cambie para nada.
No voy a ser el primero en defender la tesis de Marx, pero también quiero mencionar el hecho de que, siendo ateo, no se encuentra en sus escritos nada a favor del ateísmo militante, o en contra de la idea de la existencia de un Dios. La visión de los religiosos es maniquea, o todo negro o todo blanco, no hay matices ni colores en ese horizonte. Y, a raíz de la famosa frase, el marxismo se convirtió en enemigo de los fanáticos religiosos.
Con todos los problemas que se tienen en el país, específicamente, la desesperación ha servido de abono para el crecimiento de las iglesias de todo tipo y cuño. Hace unas décadas la influencia de la Iglesia Católica. Ahora ha decaido. No solo por los escándalos de los curas pederastas, sino por su abandono de la tradición que había mantenido por siglos y siglos. La teología de la liberación puso su grano de arena, no en si misma, sino porque fue atacada por organismos laicos del norte, que vieron un peligro a su hegemonía en las sociedades latinoamericanas. No solo había que combatir las tesis teológicas de dicha corrientes, sino introducir un sucedáneo, sin compromiso, a aquellos que necesitaban la religión para mitigar el dolor que significa vivir en una sociedad injusta.
Es común oir, hoy en día, discusiones sobre la religión en cualquier parte que se vaya. Hay discusiones sin límite sobre la adoración o veneración a la Virgen María o a los Santos. Se discute sobre la misa. Incluso se menciona al Papa como servidor del demonio. Al final, la comedia sigue y los problemas continúan sin resolver y los dueños del destino de nuestros países gozan con este carnaval de pasiones.
Sin importar lo que se crea, la fe que se profese o no se profese ninguna, no se debe olvidar el hecho de que solo el esfuerzo de todos hará que nuestros países sean libres de toda dominación. Y esto da para otras reflexiones.
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