Uno tiene que sumergirse en el pasado para poder ver el futuro. Esto es algo que he aprendido desde hace mucho tiempo. El corolario sería que, de no hacerlo, estamos condenados a cometer los mismos errores.
Ahora estamos en tiempos de elecciones. No se acaba el mundo, a pesar que la derecha así lo pregona, en caso de perder ellos. Ni tampoco se abre un mundo paradisíaco, en caso de ganar la izquierda (aunque eso de izquierda o derecha no es del todo cierto. Mejor definir los dos grandes campos: los conservaduristas y los que quieren un cambio). En este último caso se abre la esperanza del cambio, de que haya más oportunidades para la inmensa mayoría que no las ha tenido en muchos años.
No lo digo por repetir slogans, ni por llevar agua al molino de mi conveniencia. Es un hecho, pese a que se quiere reescribir la historia, frente a nuestros ojos, a pesar de que hemos sido testigos mudos de lo que ha pasado en este pasado reciente.
Fuera de cualquier caso, que gane uno u otro, el futuro que se nos avecina (ya está en el presente), será de mucha tensión. Otro mundo se está gestando. Nos guste o no nos guste.
martes, 10 de marzo de 2009
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