Leer un periódico tiene mucho de masoquismo, si se trata de cualquiera de los dos periódicos de mayor tiraje en el país. Muchos de sus artículos están plagados de prejuicios que impiden que éstos sean objetivos o que se pueda formar una opinión seria de cualquiera de los temas. Pero hay algo más, de vez en cuando aparecen artículos que podrían parecer interesantes. Uno de ellos apareció el día de ayer. Lo escribía Geovanni Galeas.
Relataba el asalto, asesinato y violación que dos maleantes cometieron en la década de los 60, del siglo pasado. Lo completaba con su juicio y su fusilamiento. Uno podría decirse que el artículo es interesante, pues relata uno de los sucesos que conmovieron a la opinión pública de esa época. No obstante, lo primero que se me vino a mi mente es preguntarme las razones del por qué relataba el caso, en especial porque detalla el lenguaje corporal de los asesinos al cometer sus fechorías y al oir al juez condenándolos a morir.
El escritor domina el lenguaje escrito, es obvio. Pero no llega a la maestría literaria; logra despertar el morbo, pero cansa y lleva a olvidar el dolor de las víctimas. Tampoco logra generar repudio hacia los victimarios. Entonces uno se vuelve a preguntar, ¿Qué pretende con el relato? Probablemente nada en específico. Pero asusta el hecho de que su afición es dramatizar los hechos más sangrientos de nuestra historia.
Relataba el asalto, asesinato y violación que dos maleantes cometieron en la década de los 60, del siglo pasado. Lo completaba con su juicio y su fusilamiento. Uno podría decirse que el artículo es interesante, pues relata uno de los sucesos que conmovieron a la opinión pública de esa época. No obstante, lo primero que se me vino a mi mente es preguntarme las razones del por qué relataba el caso, en especial porque detalla el lenguaje corporal de los asesinos al cometer sus fechorías y al oir al juez condenándolos a morir.
El escritor domina el lenguaje escrito, es obvio. Pero no llega a la maestría literaria; logra despertar el morbo, pero cansa y lleva a olvidar el dolor de las víctimas. Tampoco logra generar repudio hacia los victimarios. Entonces uno se vuelve a preguntar, ¿Qué pretende con el relato? Probablemente nada en específico. Pero asusta el hecho de que su afición es dramatizar los hechos más sangrientos de nuestra historia.
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