Hoy escuchaba a viejos abogados hablar sobre los aspectos legales que existen en este momento en Honduras. Ambos mostraron que conocen su oficio, y muy bien. Pero me hicieron recordar al viejo Julio César, que era temido en el Senado Romano no por su calidad de emperador o conquistador, sino más bien, era temido porque era abogado.
Un abogado famoso, Abraham Lincoln, fue defensor en un caso y fiscal en otro caso que era igual al primero. En los dos juicios ganó. ¿Cuál era la diferencia? La diferencia de los dos resultados estaba en que, como dijimos, en uno defendía y en otro acusaba. Los casos, las circunstancias, los agravantes y los atenuantes no eran relevantes. Para un abogado, cualquiera que sea, su objetivo es ganar el caso.
Ambos abogados decían que el presidente Zelaya había violado la constitución. Y ambos abogados también estaban de acuerdo en que los procedimientos de su destitución habían sido equivocados. Entonces, ¿Cómo se puede dirimir el problema?¿Qué soluciones se le pueden encontrar? Lo cierto es que los problemas legales lo son porque una sociedad así lo ha dispuesto.
No es posible que se haya iniciado una acción legal con una acción ilegal, como fue el secuestro y exilio del presidente. Y, luego, exhibir una carta de renuncia que nunca existió. Posteriormente, continuar con su destitución y acusación de los delitos que se le atribuyen. Es decir, fue fusilado, condenado y, por último juzgado. Esto solo se puede dar en un mundo mágico que existió en el siglo pasado. Ahora no debería de darse.
La solución ya se ha propuesto: debe ser restituido en su cargo, el Sr. Mel Zelaya debe ser nuevamente el presidente de Honduras. Luego, debe, por cuestión de orden, buscar los responsables de su secuestro y exilio. Acusarlos, enjuiciarlos y condenarlos, o absolverlos. Luego, debe acusarse a Zelaya, si hay tiempo todavía.
Pero la justicia debe prevalecer ...
miércoles, 1 de julio de 2009
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