martes, 14 de abril de 2009

Detrás de las Máscaras

Hobbes creía que el hombre vivía en guerra contra todos los hombres. Y habría que agregar que también vive en guerra constante en contra de su propio mundo. El latino Plauto decía, mucho antes Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit, es decir, lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro.

A través de la historia se ha visto de todo y de todos. Hombres que no han tenido escrúpulos para tomar el poder, para robar, para mantenerse en una posición dominante a costa de la sangre de su prójimo. Ha utilizado los recursos más variados para lograr sus deseos, incluyendo aquellos que tienen que ver con el razonamiento. Basta recordar los tiempos romanos, de los que se dice que el Templo de Marte permanecía abierto siempre que había una guerra en el mundo romano. Solo unos cuantos días permaneció cerrado en todo el periodo que duró el imperio romano.

Es difícil, por lo tanto, creer que las cosas hayan cambiado en estos tiempos. Sobre todo en nuestro país. Las noticias no dejan de ser alarmantes. Sobre todo aquellas que se han ocultado y que no se han querido mencionar por más de dos décadas. Algunas cosas han comenzado a destaparse. Y con este destape viene la preocupación y la interrogante: ¿Seremos capaces de imponer el estado de derecho que necesitamos?

El caso emblemático, por el momento, es el de la niña Katya Miranda, cuyo crimen no debería haber sido tan difícil de esclarecer, pero que se ha hecho tal enredo que todo apunta a que los involucrados tienen influencias en las esferas del poder. Hasta ahora...

Las elecciones pasadas marcan un cambio de ruta en nuestra historia. Al fin, hemos podido decidir, en forma clara, cual es el camino que debemos seguir. Y con mayor contundencia, el camino que no debemos seguir. Pero la impunidad con la que han actuado muchos es preocupante. Alguien, en una entrevista reciente, mencionaba que el nuevo gobierno se va a enfrentar contra una delincuencia que nunca hemos visto en este país. Ya no se trata de una delincuencia que se enfrentaba con limitaciones propias del ratero, o del criminal asesino. Esta es una delincuencia que tiene el poder económico capaz de lanzar cañonazos mayores a los $50,000 de los que hablaba el Álvaro Obregón.

¿Estamos seguros que no hay gente ya comprado? No se puede asegurar nada. Pero tampoco se puede estar confiados de que no haya ocurrido algún soborno y que el crimen organizado ya ha establecido una cabeza de playa con el nuevo gobierno, que aún no se ha instalado.

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