Imaginemos a San Salvador 20 años hacia adelante. Habrá crecido mucho. Probablemente se hayan fusionado varias ciudades aledañas. Inclusive, la ciudad costeña de La Libertad estará dentro de sus límites, como la gran metrópolis de El Salvador. Las facilidades para vivir, con mucha probabilidad, se habrán incrementado. Así también se habrán incrementado las dificultades, que no se podrán resolver si no comenzamos en el presente, ahora que podemos.
Los problemas actuales son muy graves. Increíblemente graves por las soluciones que se están faltando. No solo en el ámbito social, en el que somos campeones al tener 14 homicidios diarios, sino en otros órdenes. Tenemos una capital muy desordenada. Es difícil caminar en ella, a pesar de ser pequeña, todavía. Hay basura en todas partes, a pesar de tener un servicio de recolección no muy malo. Los capitalinos somos sucios, tiramos la basura en todos los lugares. Y nos orinamos en cualquier poste del tendido eléctrico, sin importar que pase alguien. Y si caminamos por los parques no solo encontramos los excrementos de animales, sino de nuestros conciudadanos más pobres y miserables. Es una realidad terrible.
Con educación se podría resolver el problema, además de contar con otras medidas que eleven el nivel de vida de la gente. La ciudad debería de crecer ordenadamente, con una planificación bastante detallada en lo que sea posible. Basta pensar en la logística que se tendría que tener para traer los alimentos diarios a la población de la metrópolis. Y, luego, la logística de los desechos sólidos que se originarán a diario. No basta con pensar en que haremos basureros más grandes y con mejor tecnología. No tendremos espacio para deshacernos de la basura; el espacio será vital para crecer y vivir dentro de estos 20 años que vienen.
Y, ¿con el agua? ¿De dónde vendrá el agua que tomaremos? ¿Estamos en condiciones de heredar fuentes confiables de agua para la generación próxima? Es difícil pensar, así como se ve el presente, que se garantizará el suministro de agua para una población que crecerá a casi diez millones de habitantes metropolitanos. Y, luego, ¿adonde enviaremos el agua que desechemos? Es de orates pensar en seguir pensando al Río Lempa como el vertedero mayor. Al menos como lo manejamos ahora, pues le caen todos los vertidos de Santa Ana y San Salvador sin mayor tratamiento, además de los vertidos de otros pueblos y ciudades.
La planificación del tratamiento de vertidos es vital para nuestra generación, si queremos que la próxima, nuestros hijos e hijas, no tengan un problema más que resolver.
¿Propuestas?
Los problemas actuales son muy graves. Increíblemente graves por las soluciones que se están faltando. No solo en el ámbito social, en el que somos campeones al tener 14 homicidios diarios, sino en otros órdenes. Tenemos una capital muy desordenada. Es difícil caminar en ella, a pesar de ser pequeña, todavía. Hay basura en todas partes, a pesar de tener un servicio de recolección no muy malo. Los capitalinos somos sucios, tiramos la basura en todos los lugares. Y nos orinamos en cualquier poste del tendido eléctrico, sin importar que pase alguien. Y si caminamos por los parques no solo encontramos los excrementos de animales, sino de nuestros conciudadanos más pobres y miserables. Es una realidad terrible.
Con educación se podría resolver el problema, además de contar con otras medidas que eleven el nivel de vida de la gente. La ciudad debería de crecer ordenadamente, con una planificación bastante detallada en lo que sea posible. Basta pensar en la logística que se tendría que tener para traer los alimentos diarios a la población de la metrópolis. Y, luego, la logística de los desechos sólidos que se originarán a diario. No basta con pensar en que haremos basureros más grandes y con mejor tecnología. No tendremos espacio para deshacernos de la basura; el espacio será vital para crecer y vivir dentro de estos 20 años que vienen.
Y, ¿con el agua? ¿De dónde vendrá el agua que tomaremos? ¿Estamos en condiciones de heredar fuentes confiables de agua para la generación próxima? Es difícil pensar, así como se ve el presente, que se garantizará el suministro de agua para una población que crecerá a casi diez millones de habitantes metropolitanos. Y, luego, ¿adonde enviaremos el agua que desechemos? Es de orates pensar en seguir pensando al Río Lempa como el vertedero mayor. Al menos como lo manejamos ahora, pues le caen todos los vertidos de Santa Ana y San Salvador sin mayor tratamiento, además de los vertidos de otros pueblos y ciudades.
La planificación del tratamiento de vertidos es vital para nuestra generación, si queremos que la próxima, nuestros hijos e hijas, no tengan un problema más que resolver.
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